UN
POCO DE HISTORÍA
Todo
comienza cuando los monjes Jerónimos trasladan el monasterio de Santa María del
Paso hasta las afueras de la capital en los que se le dio por llamar Monasterio
de los Jerónimos, era una zona tranquila con condiciones saludables, arroyos,
fuentes, huertas…
Felipe
II es jurado Príncipe de Asturias en esta iglesia y a partir de este momento
queda asociado para el resto de sus días con todos los actos importantes de la monarquía y
por eso se decide construir un espacio anexo a la iglesia para que los reyes
pudieran relajarse, “retirarse” ,antes o después de las ceremonias, en
momentos de reflexión como la Cuaresma o ante cualquier circunstancia triste de
sus vidas.
Las obras del parque
se desarrollan entre 1630 y 1631, tenía como base y modelo algo parecido al
posterior Palacio de Versalles y su función era única y exclusivamente para el disfrute
de los Austrias.
El proyecto inicial
nunca se respetó y a la muerte del arquitecto Crescenzi se produjeron las
consecuencias inevitables: una falta total de coherencia y homogeneidad en los
edificios y una descoordinación entre las diferentes construcciones.
Si a esto le sumamos los continuos caprichos, modificaciones y ocurrencias
de Felipe IV, ya tenemos el resultado obvio. En muchas ocasiones, cuando se
concluía un edificio, el rey llegaba con una nueva idea para éste, con lo que
había que derribarlo y volver a hacerlo con una función, una estética y una
orientación totalmente diferente, según lo ordenaba el Rey.
Por tanto, más que una estructura organizada y bien distribuida, El Retiro
primigenio no fue más que un pastiche o mezcla de edificios de diferentes
arquitectos, materiales, estilos y épocas, sin ninguna relación entre sí y que
dificultaban incluso el tránsito de uno a otro.
Felipe IV era un gran amante del arte, del teatro y de todo tipo de
diversiones, así que en su tiempo se organizaban grandes fiestas: Representaciones
teatrales, corridas de toros, hasta batallas navales en el lago grande…
No era público ni de entrada libre, ya que pertenecía en propiedad a los
Reyes de España, y solo ellos y sus muy allegados consejeros nobles podían
disfrutarlos.
Llegamos al primer Borbón Felipe V “El Animoso” y al siglo XVIII.
Tras el incendio del Real Alcázar en las navidades de 1734 posiblemente provocado y mientras duraron las obras del nuevo Palacio Real, el Buen Retiro se convirtió en la sede de los órganos de gobierno y
residencia oficial de los reyes. El primer Borbón quiso adaptarlo al gusto de la nueva dinastía y encomendó su
remodelación a los arquitectos Robert de
Cotte y René Carlier a partir de modelos franceses. De su propuesta solo pudo llevarse a
cabo el jardín del Parterre, esa parte del retiro que hay que
visitar con una mirada distinta y donde
al entrar parece que te encuentras en un lugar especial.
Con la llegada al trono
de Carlos III ,”El Mejor Alcalde el Rey”, seguimos en el siglo XVIII, el Real Sitio
cobró un nuevo impulso. A diferencia de las actuaciones de los anteriores reyes,
dirigidas a reforzar el carácter residencial del lugar, sus intervenciones
tuvieron un sentido ilustrado y buscaban bien una finalidad mercantilista, caso de la desaparecida Real Fábrica de Porcelana, realizada sobre la Ermita de San Antonio de los Portugueses; bien un
objetivo científico, como el Real Observatorio Astronómico, que, aunque fue terminado en tiempos de Carlos IV se debió a una iniciativa suya.
De hecho, el Real
Observatorio formaba parte de un ambicioso plan que pretendía dotar a Madrid de
una zona consagrada al estudio de las Ciencias Naturales. Fue erigido sobre el Cerro de San
Blas, presidiendo el tramo meridional del Salón del
Prado, donde ya se habían construido el Real Jardín
Botánico, el Gabinete de Historia Natural (hoy Museo del Prado) y un zoológico. Este último fue creado en 1774 en la Cuesta de Moyano, en terrenos que entonces pertenecían a El Retiro.
El Real Observatorio es una
visita obligada aunque es difícil localizarlo,.Si nos situamos en una de sus
salidas “El Ángel Caído” lo encontramos a mano izquierda.
La visita merece la pena.
Llevado por ese mismo
espíritu ilustrado, en 1767 Carlos III
autorizó su acceso siempre que se acataran ciertas normas en el vestir y se
respetaran unos límites territoriales. Este uso como parque no solo se mantuvo
en los siguientes reinados, sino que se intensificó con Isabel II , al permitirse en 1867 la navegación pública dentro del Estanque Grande.
Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) El Buen Retiro
fue utilizado como cuartel general de las tropas napoleónicas, lo que provocó
daños de consideración tanto en el palacio como en los jardines, además de
su expolio. Se mantuvo el ahuehuete
que servía de apoyo para el armamento.
Tras el regreso a España de Fernando VII en 1814,ya estamos en el
siglo XIX ,se procedió a la recuperación de la zona ajardinada, con la
incorporación de nuevos elementos arquitectónicos, mientras que apenas se
intervino sobre la residencia y las ermitas.
El monarca acotó una parte,
entre la Calle de O'Donnell y la avenida de Menéndez Pelayo, denominada El
Reservado, para uso y disfrute de la familia Real. En esta zona fueron trazados nuevos jardines, que, siguiendo las
corrientes de la época, fueron adornados con diferentes caprichos paisajísticos. Entre los conservados cabe destacar la Casita del Pescador, la Casa del
Contrabandista, la Montaña Artificial y la Fuente
Egipcia, además de la Casa de
Fieras, donde fue trasladado el zoológico fundado por Carlos
III. También fue levantado un Embarcadero Real en el Estanque Grande, donde hoy se alza el monumento a
Alfonso XII.
A partir de 1841 la reina Isabel II impulsó
nuevas plantaciones de árboles de sombra y frutales lo que supuso el acondicionamiento como bosque del Campo
Grande, un espacio silvestre utilizado en tiempos de los Austrias para la caza menor, y
la apertura del Paseo de las Estatuas y del Jardín madrileño, entre otros
recintos.
En 1865, prácticamente al
final de su reinado, Isabel II vendió al Estado una parte de la propiedad, para
su urbanización. Se trataba de la franja occidental, la más cercana al Paseo del Prado,
donde estaba enclavado el palacio, que, debido a su mal estado, tuvo que ser
demolido en 1869, excepción hecha del
Salón de Reinos y del Salón de Baile. En la zona segregada se abrió la Calle de
Granada, en la actualidad de Alfonso
XII y alrededor de la cual se creó el Barrio de Los
Jerónimos. Esta operación supuso la tala de unos 2000 árboles.
Tras la Revolución de
1868, conocida como la Gloriosa, y el destronamiento de
Isabel II, el Real Sitio de El Buen Retiro pasó a ser propiedad municipal y fue
declarado parque público, con el nombre de Parque de Madrid. Se cedía el lugar
"en toda su extensión", incluyendo El Reservado, que hasta entonces
había estado restringido a los reyes, "con la obligación expresa de
reservar sus límites y dedicarle, exclusivamente a recreo del vecindario".
Con la municipalización dio
comienzo una fase constructiva muy intensa, que se prolongó hasta el segundo
tercio del siglo XX.
El arquitecto José Urioste
y Velada llevó a cabo un nuevo cerramiento, en el que
dispuso una serie de puertas monumentales, e instaló las fuentes de los Galápagos y
de la Alcachofa, que fueron traídas
desde otros puntos de la ciudad.
En 1874 fue creado el
paseo de Fernán Núñez (o de Coches) sobre el primitivo cauce del río Grande y
en 1878 se volvió a
intervenir en el Campo Grande, a partir de modelos paisajísticos de inspiración
inglesa. En 1885 fue
inaugurada la fuente del
Ángel Caído,(obra de Ricardo Bellver, escultura principal y
Francisco Jareño pedestal), erigida en el lugar donde antes estuvieron la Real Fábrica de Porcelana y
la ermita de San Antonio de los Portugueses . En esta época también se
excavaron diferentes estanques y rías artificiales.
En las últimas décadas del siglo XIX el
parque fue escenario de diversos certámenes y exposiciones internacionales,
para los cuales se proyectaron edificios como el desaparecido Pabellón Árabe,
el Palacio de
Velázquez y el Palacio de Cristal, todos ellos
realizados por Ricardo
Velázquez Bosco.
Actualmente el palacio de Cristal
alberga exposiciones del Museo Reina Sofia.
A finales del XIX se instalan los
restos de la iglesia de San Isidoro y San Pelayo de Ávila único románico de la
capital, está bastante abandonada y descuidada. Ávila ha pedido que se la
devuelva.
Llegamos el siglo XX y continúan
las labores de acondicionamiento empezadas en el siglo anterior. Se siguió
trabajando en el cerramiento, con el traslado de la Puerta de
Felipe IV al Parterre, y
se edificó un embarcadero nuevo en el Estanque Grande, que reemplazaba a
otro anterior que se había incendiado (construido, a su vez, para sustituir al
primitivo Embarcadero Real). Ambas actuaciones fueron llevadas a cabo por el
arquitecto municipal Luis Bellido
A lo largo de este siglo,
preferentemente en los dos primeros tercios, El Retiro fue adornado con
numerosos monumentos conmemorativos, entre los que cabe destacar, por su
relevancia artística y simbólica, el dedicado a Alfonso XII, obra maestra de José Grases
Riera que preside la ribera oriental del Estanque Grande desde 1922.
Hay visitas a la base del
monumento dos días a la semana y es difícil reservar para subir.
En el terreno paisajístico, el
jardinero Cecilio
Rodríguez desarrolló distintas iniciativas, como la Rosaleda y
los jardines que llevan su nombre, concebidos como una extensión de la Casa de Fieras,(
actualmente lo ocupa la Biblioteca Pública del Distrito con diferentes
exposiciones a lo largo del año) en la
que también intervino. Rodríguez asumió estos proyectos a partir de 1915 y 1918, respectivamente, y
se da la circunstancia de que él mismo procedió a su restauración, tras los
destrozos de la Guerra Civil (1936-1939).
A estos recintos se añadieron, en la segunda mitad del
siglo XX, el Jardín de plantas vivaces y alpinas y el Huerto del francés.
Para terminar señalamos el último de los jardines realizados , es el Bosque del
Recuerdo, levantado en 2005 en homenaje a las 192 víctimas mortales del atentado del 11 de marzo de 2004. Se encuentra en la parte sudoeste del parque, en las inmediaciones de
la estación de Atocha.
Darse una vuelta subienda la
pequeña espiral y parándonos en cada ciprés, en cada olivo en silencio pensando en cada historia perdida, en cada
vida truncada ….es una buena forma de homenajear
a las víctimas de Atocha.
El otoño con su variedad de
colores y ese suelo que cruje a nuestros pies es a mi gusto la mejor época de
recorrerlo y recordar la historia del parque de El Buen Retiro o parque de Madrid.
NUESTRO CORAZÓN VERDE.